K-Barakaldo aldizkaria

Los artículos de Justo de Goiri, alias “Un ganadero del valle de Zuya”, sobre Barakaldo

Justo de Goiri

Justo de Goirik 1933an Tierra Vasca aldizkarian Barakaldori buruz argitaratutako lau testu ekarri ditugu Hemeroteka atalera. Bertan, bere bizipenak irakurketaren bitartez jasotako ezagutzekin nahasten ditu, XIX. mendearen amaierako eta XX. mendearen hasierako pentsamoldearen laburpen txiki baina interesgarri bihurtuz. Nekazal jendarte batetik industrian oinarrituta dagoen beste baterako aldaketaren erretratu subjektiboak eskaintzen dituzte bere testuek, euskal tradizioa mantentzeko nahia izango dutelarik amankomuneko ezaugarri.

Los artículos que recogemos a continuación fueron escritos en la primera mitad del siglo pasado con el seudónimo de “Un ganadero del Valle de Zuya”. El arquitecto alavés Emilio Apraiz fue quien primero desveló que el nombre real de su autor era Justo de Goiri, a quien Apraiz calificó de “erudito toponimista”1Jesús María Garayo Urruela (Investigador CIMA-Granja Modelo. Vitoria-Gasteiz) escribió un artículo titulado “Los espacios naturales protegidos en la Comunidad Autónoma del País Vasco (1922-1994)”. En las páginas 5 y 6 menciona un trabajo de “Un ganadero del valle de Zuya”, y dice de él en nota a pie de página: “Un artículo titulado El Parque nacional del Gorbea apareció también en Euskadi, órgano de expresión de la Comunión Nacionalista Vasca y firmado con el seudónimo un “Ganadero del Valle de Zuya (1922)”. Emilio de Apraiz (1925) desveló que el seudónimo de “Un ganadero del Valle de Zuya” fue utilizado por Justo de Goiri, al que calificó de “erudito toponimista” y del que, apenas, se disponen datos respecto a su trayectoria vital e intelectual. La pista para realizar esta identificación me fue proporcionada por Josean Gil-García Argote, a quien agradezco el detalle”.. Nosotros también lo hemos encontrado a través de otra persona, Heraclio de Murga2Heraclio de Murga, escribió algún artículo en el “Txistulari aldizkaria”, en el año 1929. Nada más sabemos de él., quien envió, desde el refugio del Txolope, una nota al diario “Tierra Vasca” en el año 1933, refiriéndose a “Un ganadero del valle de Zuya” y mencionándole primero por su apellido “Goiri” y después por su nombre, “Justo”.

Se trata concretamente de Raymundo Justo de Goiri Echevarri, natural de Bilbao, en cuya parroquia de San Vicente fue bautizado en 17-III-1878. Hijo de Bernadino Goiri Olavarria y de Hermógenes Echevarri Olivares, sabemos a ciencia cierta que es este el personaje pues en uno de sus escritos del año 1933, referente al Valle de Orozko, decía que era nieto de Martín de Katadiano y, efectivamente, Bernardino de Goiri, su padre, era hijo de Martín de Goiri de Katadiano, y natural de Orozko3Aunque en la segunda mitad del XIX hay otros 3 bautizos de personas llamadas “Justo de Goiri” -naturales de Kortezubi (n. 1885), Loiu (1847) y Fruiz (1893)- no cabe duda de que quien nos ocupa es el que hemos citado en el texto..

Justo de Goiri era nacionalista, como se trasluce claramente en sus artículos, aunque persona sensible y buen conocedor de la sociedad en la que vive y de su entorno. Escribe desde Bilbao y, leyendo sus crónicas, observamos que conocía perfectamente esta capital, Las Encartaciones, Aiala y Orozko.

Sus artículos se publicaron en el diario Euzkadi, hasta la escisión nacionalista que dio lugar a A.N.V., organización a la que se adscribió Goiri, momento en el que pasó a escribir en Tierra Vasca. A juzgar por las respuestas que recibían, debieron gozar de bastante éxito. Aquí recogemos únicamente las que se refieren exclusivamente a Barakaldo, que llevan por título “El negrero barakaldés”, “El río Salcedón”, “Las pavías de Barakaldo” y “Al río Galindo”, todas ellas publicadas en el año 1933.

Todos estos artículos suponen un pequeño compendio de diversos aspectos históricos, etnográficos, creencias, estudios… que fueron tomando forma a lo largo del siglo XIX y que se expandieron rápidamente entre la población, llegando a tener gran predicamento a principios del siglo XX.

Son artículos herederos de los escritores que, a lo largo del siglo XIX, llenaron páginas y páginas defendiendo el ordenamiento foral, el euskera y recogiendo tradiciones y costumbres vascas con el fin de fomentarlas y evitar su desaparición.

Todo ese proceso intelectual fue calando progresivamente en el ámbito popular y político y, para principios del siglo XX, ya formaba parte de un pensamiento muy arraigado cuya base nacía de la defensa de lo vasco.

Este pensamiento entremezclaba el orgullo por las costumbres propias, los estudios sobre toponimia que pretendían sostener el euskera entre la población o el estudio histórico de acontecimientos ya olvidados.

A ello se le debían sumar las constantes influencias que recibía la población por parte de las diferentes ideologías políticas nacidas en este periodo convulso y de cambio que corría de un pasado rural a un presente cada vez más industrial. Una sociedad en la que el nacionalismo, el republicanismo, el socialismo, el comunismo, el anarquismo o el tradicionalismo iban disputándose espacios y votos.

Es en este contexto, por tanto, donde debemos leer los artículos de Justo de Goiri. Nacido en 1878 como ya hemos dicho, su juventud se desarrolló a finales del siglo XIX y su madurez a principios del siglo XX. Por ello, en sus textos entremezclará costumbres y aspectos propios de una época que él ha vivido o está viviendo, con otros que ha adquirido a través de lecturas, convirtiéndolos en un pequeño pero interesante compendio de la mentalidad de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, no sólo de Barakaldo sino también de otros entornos urbanos o semiurbanos de Bizkaia.

Así, en su artículo Las pavías de Barakaldo, Justo nos deja entrever, por ejemplo, la importancia que el mundo agrario tenía todavía en el Barakaldo y Las Encartaciones, y lo hace recogiendo una creencia muy extendida, que las mejores pavías eran de Gordejuela, de la que ya habló Antonio de Trueba a mediados del siglo XIX.

En efecto, a pesar del cada vez mayor número de fábricas y talleres que poblaban las riberas de La Ría y del río Cadagua, todavía sobrevivían a principios del siglo XX numerosos caseríos en los que se mantenía una cierta actividad agropecuaria, en ocasiones ya en entornos periurbanos que llevaban a muchos baserritarras a combinar el trabajo en las fábricas con la labor del campo. Aquí hemos de encajar la referencia a las pavías blancas de Gorostiza, por ejemplo.

Y es este entorno periurbano, con fábricas rodeadas de casas, pero también de grandes campas –las huertas de Galindo comenta Justo- en las que aún se trabajaba el campo, lo que se recoge en El negrero barakaldés. Habla Justo de los gabarreros que conoció su abuelo, de los carromatos tirados por mulas o de los carros de bueyes, modos de vida procedentes de épocas anteriores pero que a finales del siglo XIX se estaban adaptando a la cada vez más moderna forma de extracción del mineral de hierro de los montes de Triano.

La mención al famoso tranvía dirigido por el mayoral que atravesaba los municipios de la margen izquierda –predecesor del tren que poco después conocerá Justo- o a La Fábrica, así como a los mineros que se desplazaban hacia los montes de Triano a arrancar el mineral de hierro, son un ejemplo de aquellos tiempos que se iban modernizando a marchas forzadas.

Resultan muy interesantes las someras menciones que hace a la situación política del momento, con la presencia cada vez más extendida del nacionalismo entre la población, dividido ya entre los afines al PNV o a ANV y entre los que existía cierta rivalidad como intuimos en Las pavías de Baracaldo.

También habla del dirigente socialista Facundo Perezagua diciendo de él que fue el primero que con gran nobleza combatió la explotación de barracones y cantinas, y de las duras condiciones que sufría una parte muy importante de la población, como las sirgueras que arrastraban las barcazas o los mineros de los que dice que sufrían una jornada excesivamente larga, salario mezquino, explotados por los encargados en los inmundos barracones y cantinas obligatorias del monte.

En pocas líneas, por tanto, Justo nos presenta ideas comunes entre la población que, aun siendo contradictorias, chocaban y se entremezclaban entre sí. Así, mientras Justo marca diferencias entre gente del país, como es él, y los venidos de fuera –maketos […] que con su indumentaria destacaban que no eran del país- también muestra sensibilidad hacia la situación laboral que sufren los emigrantes -¡Pobre gente! Marchaban a un trabajo duro, desconocido para ellos-.

A todo ello hemos de añadirle las continuas referencias a aspectos diarios y triviales del día a día, tanto de su juventud como de su madurez: los buruskos o zarbos de mar que su abuela cocinaba con huevo y harina todavía con carbón vegetal, las sardineras de Santurce, el consumo de txakoli –blanco y tinto-, el famoso pan de picos de Gordejuela, los salmones y anguilas del río Cadagua, los txistularis que amenizaban las fiestas…4Algunos de estos aspectos han llegado hasta nosotros, como las famosas sardineras de Santurtzi, el peso del txistularimo o el consumo de txakoli. Otros, como el por entonces famoso pan de Gordexola o las anguilas de Zubileta han caído en el olvido.

Todo ello, finalmente, acompañado de numerosas referencias históricas a periodos pasados pero importantes de Barakaldo. Y es que, para Justo, como para muchos de sus contemporáneos, la importancia de la recuperación del pasado y de la idiosincrasia vasca está presente de manera continua.

Las menciones, en su artículo Recuerdos. Al río Salcedón, a las ferrerías de Irauregi, Aldanondo o Arbuio, al barco de pasaje de Burceña –llamado realmente de Tapia-, al convento de mercedarios de Burtzeña o a los arruqueros que transportaban hierro, resultan muy interesantes por lo pronto de su estudio (1933).

Hay en los textos de su época un deseo de sostener la memoria de lo vasco frente al avance imparable de la modernidad –algo que aun hoy en día pervive- como queda muy bien reflejado en su deseo de que el río Cadagua recupere su antiguo nombre, el Salcedón, o que ocurra lo mismo con el lugar de Desierto, para que vuelva a ser llamado San Nicolás de Ugarte.

Los artículos de Justo de Goiri son interesantes, por tanto, porque resultan el reflejo de una época, así como de los deseos, pensamientos e ideologías que lo conformaron. En algunos casos, sus expresiones –como el negrero barakaldés– pueden resultar impropias o incluso ofensivas para nuestra época, pero han de ser leídas en contexto y entendidas como tal, comprendiendo que no hay deseo de ofensa en ellas.

EL NEGRERO BARAKALDÉS

UN GANADERO DEL VALLE DE ZUYA
Acantilado de Usategui, Algorta, 15 – 1933
(Tierra Vasca. 18-VII-1933)

A JUAN DE ZUAZO5Juan de Zuazo, seudónimo del barakaldarra Andrés Perea, uno de los más destacados dirigentes de A.N.V. y colaborador habitual de “Tierra Vasca”..

Era yo casi un niño. Mi abuelo materno tenía grandes relaciones con los gabarreros baracaldeses. Uno de estos le trajo al almacén unas cuantas “sartas” de zarbos de mar6Nombre que se le da al gobio, aunque al tratarse de “zarbos de mar” es más probable que se refiera a la mojarra (buru-zabal). Más adelante vuelve a referirse a estos peces llamándoles “buruskos”., pasados por la agalla con un junco. Se despidieron hasta la tarde.

Todavía me parece que le estoy viendo a mi abuela freirlos con harina y huevo en una sartén cuidadosamente calentado con fuego de carbón vegetal. De vez en cuando dirigiéndose a una hija soltera, le decía:

  • ¡Qué hermosos “buruskos”! ¡Si vería mi difunta madre que en gloria esté!

Salimos el abuelo y yo con el paquete de zarbos para dirigirnos a Barakaldo. No había tren. Tomamos el tranvía. Mi recuerdo aún está fresco; parece que estoy viendo al mayoral con su clásico silbo y tralla, dirigir aquellos tres caballos, el uno delante y los otros dos atrás.

La carretera polvorienta en extremo, en días de lluvias era un barrizal, que alcanzaba las ruedas y cajas del vehículo. Por ésta cruzaban carromatos con reatas de mulas y también los carros de los boyeros vascos.

Las clásicas sardineras de Santurce, limpias, con los pies descalzos, venían con sus cestas en la cabeza, tocadas con pañuelos caídos por detrás. No como ahora, en esos baldes sucios, que gente extraña al País vende la pesca en nuestra villa, en que el aseo de algunos deja bastante que desear. También por la carretera grupos de treinta y cuarenta peones a pie se dirigían a trabajar a las minas con sus alforjas al hombro, tocados algunos con boinas blancas con dibujos azules feísimos en extremo, que con su indumentaria destacaban que no eran del país.

En aquel tiempo en el tranvía al paso de éstos se oía decir muy corrientemente sin que molestase a nadie:

¡Mirad que partida de maketos van a las minas! Algunos de ellos miraban como extrañados las plateadas sardinas que vendían las sardineras en las casas enclavadas en la carretera. No faltaba el humorismo en la gente de Bilbao y su ría.

¡Pobre gente! Marchaban a un trabajo duro, desconocido para ellos. Jornada excesivamente larga, salario mezquino, explotados por los encargados en los inmundos barracones y cantinas obligatorias del monte.

¡Cuántas veces me acuerdo de Facundo Perezagua, que fue el primero que con gran nobleza combatió la explotación de barracones y cantinas, etc.!

Desde el tranvía se veían los veleros que subían a “sirga” tirados por parejas de bueyes por el lado opuesto de la ría, algún velacho o foque ayudaba a los animales. También pobres mujeres con cinturones cruzados en forma de banderolas sobre sus cuerpos tiraban de “sirga”.

Llegamos frente a la fábrica7“La Fábrica”, era nombre con el que se conocía y nombraba popularmente a Altos Hornos.. Había pocas casas. Nos dirigimos entre huertas hacia el Galindo. Mi abuelo llamó en cierta casa. De ella salió el gabarrero de los zarbos.

En marcha. Anduvimos bastante hasta un caserío. Recuerdo que en la parte alta había una iglesia. En aquellos lugares había muchos viñedos.

Mi abuelo entregó el paquete a la de la casa diciéndola que ya le diría cuándo sacar.

El gabarrero dijo:

  • Tomaremos una jarra de tinto para hacer boca, mientras viene la cazuela.

Al poco rato, llegó una mujer con una cazuela en la cabeza, anudada aquella con una servilleta.

  • Deja en la cocina – le dijo el gabarrero.

La de la casa, en una mesa al aire libre, colocó un mantel blanco con dos franjas rojas en los extremos. Empezamos por los zarbos. La cazuela del barakaldés debía de contener cosas buenas, pues mi abuelo le dijo:

  • “Bastián” – Sebastián- ¡Vaya menestra! Aquí hay de todo.

Al poco tiempo llegó un viejecito muy arrecho8Arrecho, voz en desuso, equivalente a tieso, erguido.. Saludó, se sentó en la esquina de nuestra mesa. Sacó de un pañuelo un trozo de bacalao muy grueso y mandó que lo asaran. La chica le sacó un plato. El viejecito le golpeó dentro de un trapo de cocina para quitarle la sal, desmigándolo y rociándolo de aceite. Le sacaron un trozo de pan de picos, de los que se conocían con el nombre de “Gordejuela” y una jarra de txakolí tinto.

Llegó al txakolí un grupo de seis obreros; uno de ellos pegándole un fuerte empujón al viejito le dijo:

  • Vete más allá, encartado.

El viejecito se levantó como un tigre, echándole mano al pecho con la izquierda, como si fuese una garra, pegando con la otra un golpe fuerte en la mesa, que dos de nuestros vasos se vertieron, diciéndole con energía:

  • ¡Aprende! De la Merindad de Uribe.

Apretándole tan fuerte, hasta el extremo que el hombre poco a poco iba perdiendo el color. Cuando le soltó casi cayó desmayado, el del empujón.

A mi abuelo le contó el gabarrero, que había andado el viejecito de “negrero” con un capitán de la parte de Plencia, que firmaba con el nombre ruso “Chaflakoff”; que la tripulación tenía nombres supuestos, entre ellos el protagonista, pues debieron de hacer algunas cosas gordas a navíos ingleses.

El gabarrero sabía que anduvo bastantes años al contrabando de negros. Muchas veces para salvar el valioso cargamento de “ébano” había sostenido fuego el brickbarca9Más comúnmente llamado Bric-barca o bergantín-barca. Como dato curioso, la naviera Sota y Aznar puso en servicio el bric-barca Ama Begoñakoa en 1902, primer buque escuela que existió en España para marinos mercantes., con sus cañones largos de gran alcance, aunque sus balas no eran de gran peso. Solían agregar a popa, un palo pequeño con velas, además de los dos fijos, para con sus movimientos rápidos esquivar la puntería del enemigo.

La mejor arma del viejecito, era una hacha de abordaje, que tenía en casa con la hoja brillante.

En una oreja, tenía un ariete; en una muñeca, un tatuaje, así como otro entre el pulgar y el índice, figurando un ancla.

Estaba vestido con blusa azul cerrada, abierta por el cuello.

Cuando dejamos aquél lugar, el sol se iba metiendo hacia el monte Mendibil; sus últimos destellos, daban en las cimeras rojas de los montes encima de Ortuella.

¡Cuántas veces he sentido en mi mayor edad no conocer la historia de este héroe anónimo! Pio Baroja hubiese tenido para escribir un precioso libro con los hechos llevados a cabo en este comercio ilícito, a que los marinos vascos se dedicaron en gran escala, pues proporcionaba, sobre todo a los capitanes, grandes sumas en aquellos tiempos; sus hechos no han traslucido al público, pues nuestra raza es de las que más se han prestado a aventuras, sin jactancia de contarlas, fuera de algún íntimo de su confianza, como el viejecito negrero barakaldés.

En el cementerio de San Vicente, yacerá su cuerpo, sin que la cruz o lápida aparezca grabado el brickbarca, con sus negros encadenados y su hacha de abordaje, que sería después de su muerte el mejor recuerdo.

Barakaldo desde Sestao (1924)

RECUERDOS. AL RÍO SALZEDON.

UN GANADERO DEL VALLE DE ZUYA
Bilbao
(Tierra Vasca. 12-IV-1933)

¡Barakaldeses! Por vuestra jurisdicción para el río más correntoso de Vizcaya, que se han empeñado en llamarle Cadagua10En la documentación antigua la forma más común es hallarlo denominado como valle de Salcedo y río Salcedón para referirse al valle y río que lo atraviesa en territorio encartado, aunque en la cabecera su nombre es el de Cadagua (Kadagua).. En su bocana y más arriba, en la antigüedad, se cogían las especies piscícolas más finas. Fue río salmonero por excelencia.

¡Cuántas veces los vecinos de Irauregui y los de la otra orilla –que entonces Alonsotegui no era Barakaldo11Alonsotegi se anexionó a Barakaldo en el año 1888, y se separó en el de 1991, incluyendo los barrios de la margen izquierda, que habían pertenecido al Barakaldo histórico.– vieron saltar y remontar por la torrentera de Irauregui a los salmones, para poner la hueva aguas arriba!

Sus correntosas aguas movieron las renombradas ferrerías barakaldesas, como Zubileta, Castrejana e Irauregui.

A sus aguas se botaron navíos de todas las épocas, construidos en los famosos astilleros de Zubileta. Por eso, en Burceña no había puente. Le sustituía un barco12Se refiere al llamado “pasaje del barco de Tapia”, que unía ambas orillas. Hacia el año 1527 Carlos V concedió al padre Juan de Tapia, comendador de Burtzeña, autorización para hacer un puente sobre la ría (ESTUDIOS, Revista trimestral publicada por los padres de la Orden de la Merced, Enero-Marzo, 1959. Año XV. Pág. 207).. Para que las gallardas naves veleras pasaran sin obstáculo alguno.

En sus aguas arriba, en Castrejana, el arco del puente, antiquísimo –como atestigua hoy-, es muy elevado, para que pudieran pasar los lanchones de palos y pequeños pataches, cargados con la vena que llevaban no solamente a la ferrería de Irauregui, sino también a las de Aldanondo y Arbuyo, sitas en Alonsotegui13En un pleito, mantenido en el año 1721 y siguientes, entre la villa de Bilbao y los dueños del mayorazgo de Aranguren, en Barakaldo, los primeros aseguraban que en horas apropiadas de marea los barcos y lanchas podían subir un cuarto de legua más allá del puente de Kastrejana, mientras que los segundos mantenían que únicamente llegaban hasta la rentería de Zubileta, situada algo más debajo de la presa, y admitían que los comerciantes de Bilbao habían cargado piedra en el barrio de Zubileta para lastre de los navíos (A.F.B. Correg. Leg. 603-12)..

¡En cuántas ocasiones acudió el prior del convento de mercedarios de Burtzeña, revestido de capa a la bendición de naves!

En aquellas botaduras solía hallarse presente lo más linajudo de las torres y casas solariegas de Barakaldo, confundidos con los carpinteros de la ribera, labradores, pescadores ribereños, etc.

¡Cuántas veces los pastores de lanares, desde las faldas del Arroleza, habrán presenciado la botadura!

Al flamear la bandera usada por las naves bizkainas, que era la aspa roja dentada –insignia y orgullo del Consulado de Bilbao- que se colocaba en lugar preeminente, al verla flamear y deslizarse la nave, habrán lanzado descubiertos un “irrintzi” en su honor.

Pero, desde principios del siglo XVI, ya no acuden los frailes mercedarios a la bendición de las naves.

Los abuelos del historiador barakaldés, Fray Martín de Coscojales14Fray Martín de Coscojales (1542-16??). Monje agustino, prior del monasterio de San Agustín de Bilbao. Fue autor de un manuscrito compilado en varios libros, conocido como “Antiguedades de Vizcaya”., fundan la iglesia de San Antolín de Irauregui15La iglesia de San Antolín de Irauregi fue edificada por orden de Antón Pérez de Coscojales y Elvira Ximenez de la Rentería, en torno al año 1540, junto con la torre, el molino y la herrería del mismo nombre.. El clero, en los días de botadura, se dirige por la calzada de que aún existen trozos a la parte izquierda del curso del río, que era el antiquísimo camino de Balmaseda y Mena, y se unía a la ruta de peregrinos de Compostela. En el trayecto le saludarían en euskera al sacerdote.

En el vado de Percheta, se habrá parado en algunas ocasiones para hablar con los acemileros y carreros.

¡Pobre Salcedón! En tu seno, durante la invernada, durmieron muchas naves balleneras. Tus aguas ya no son claras y limpias. Por eso, los plateados salmones ya no van a la torrentera de Irauregui a dar los asombrados saltos, ni tampoco las truchas.

Los “barbarines” –salmonetes-, lubinas y los jugosos zarbos, que les llamaron “buruskoñs”, etcétera, etc., han huido. Sólo te enorgullecen hoy las riquísimas angulas que se pescan en Zubileta.

RECUERDOS. AL RÍO GALINDO.

UN GANADERO DEL VALLE DE ZUYA
Bilbao
(Tierra Vasca. 18-IV-1933)

Me dicen que a los de San Vicente de Barakaldo les tengo de “morro” por no haber dedicado a su río unas líneas.

Estos de Barakaldo son terribles. Desde que leí en un libro, que tomaron parte activa en los disturbios de la “Zamakolada”, en unión de las repúblicas de Abando, Deusto, Begoña, Dima, etc., y con este motivo el Gobierno español se inmiscuyó en nuestros asuntos (que no eran de su incumbencia), deportando a los amotinados a las fortalezas del “Morro” y “La Cabaña”, en Cuba, Filipinas y Africa, y dejando a los de Barakaldo en la península, es cosa de tener en cuenta esto, y trato de complacerles.

¿Qué le pasará a vuestro río que la marea le alcanza un poco más arriba de vuestra jurisdicción?

En la antigüedad subía hasta Ayega (Ortuella) como lo demuestra una gabarra encontrada ha pocos años en dicho lugar, sacando “chirtas” de aluvión16La chirta es el nombre que se da a los trozos pequeños de mineral. Algunos ríos, que eran navegables a finales de la Edad Media, tienen hoy día tan menguado su caudal que difícilmente nos podemos hacer una idea de hasta donde pudieron subir en ellos las gabarras. Por ejemplo, Ybarra y Bergé, refiriéndose al puerto de Ugarte, escribía: “En término de San Salvador, en la ladera de Trapaga, existió a orillas del cauce del río Galindo, cuya otra margen corresponde a Baracaldo, un puerto titulado de Ugarte (en vascuence ura-arte, junto al agua), el cual se halla hoy cegado por las decantaciones mineras y en sus márgenes han aparecido restos de embarcaciones; así cuando la Sociedad Española de Construcciones Babcock Wilcox el año 1931 saneó los terrenos del Juncal para construir un campo de foot-ball ya desaparecido. (…) Cabe suponer que el puerto de Ugarte existiera en la desembocadura del Galindo, pero como dice Ciriquiain, en la vega de Ugarte en término de San Salvador del Valle, hubo un puerto que dio nombre a la zona y que ya figuraba en la escritura de arras del rey don García, de Navarra, el año 1040.” YBARRA Y BERGÉ, J. “Escudos de Vizcaya. Las Encartaciones”, Vol. III, Bilbao, 1957, págs. 14 y 15..

¡Qué riquezas tan grandes durante muchos siglos, bajaron por el río los “arruqueros” o gabarreros en sus embarcaciones cargadas con la riquísima vena dulce!

No solamente condujeron para las ferrerías barakaldesas, sino también para los depósitos de Achuri, en Bilbao, de donde se llevaba a muchísimas ferrerías del interior de Vizcaya y a otras partes.

¡Qué multitud de mulateros se empleaban, con sus caballerías cargadas con cestas que les llamaban “cestañas”, donde bajaban la vena del monte de Triano y jurisdicción del Valle, de la cuenca de Zeitegui, Larrañeta y Parcocha, a los depósitos de Ayega, Juncal y al molino de agua salada17Se refiere al molino que existió en la Vega de Kareaga, conocido como de “agua salada”, porque para mover sus ruedas se servía de las mareas. Todavía en el siglo XIX, se hallaba habilitado un espacio, al que el molino daba nombre, como depósito de mineral., para cargar a gabarras!

¡Qué de familias de gabarreros dio Barakaldo! ¡Cuántas familias hoy día proceden de los famosos “arruqueros” barakaldeses!

Antes de la fundación de la iglesia de San Vicente, en el siglo XIII, ya se construían naves en el Galindo.

¡Cuántas veces cesaron los martillos de los calafates, carpinteros de ribera y los cantos de los “arruqueros” que bajaban por el río, al oir las preces que el clero entonaba en los entierros, presente el cadáver delante de la iglesia!

Ya estoy oyendo a algunos: ¡Qué clase de naves se construían en los astilleros de Beurko?

Y yo les contesto: Si levantase la cabeza el almirante barakaldés don Juan de Castaños, os lo diría.

En aquellas botaduras, asistía el clero de San Vicente a bendecir las naves, y a presenciarlas los señores de las torres y casas armeras Luxana, Zuazo, Barañano, Lurquizaga, Llano, Martiartu, Bengolea, Susunaga, Larrea, Anunzibay, Irauregui, Zubileta, Aranguren, etc., con los vecinos de la anteiglesia18La inclusión de los linajes de Martiartu y Anuncibai entre los de Barakaldo demuestra que Justo de Goiri había consultado documentación antigua relaccionada con el municipio, pues, ya desde comienzos del XVI los vemos presentes, por ejemplo, en los influyentes linajes Beurko-Martiartu y Anuncibai-Retuerto..

En los banquetes de las botaduras, no se colocaban en diferente lugar los bandos oñacinos y gamboinos.

En vuestro río también pasaron –como en el Salcedon- la invernada, naves balleneras.

También se cogían en su bocana riquísimas especies piscícolas de agua salada.

En la isleta de San Nicolás de Ugarte, que estaba a la izquierda de su bocana, fundan un convento carmelita en sus riberas, el año 1719, en un sitio muy pintoresco, que el provincial de la orden le llama “Desierto”. En la solicitud al obispado de Burgos, por estar fuera de las grandes urbes, vuestra población de abajo toma ese nombre, cuando siglos antes del descubrimiento de América, los marinos extranjeros y de casa conocían a esa ribera con el de San Nicolás de Ugarte.

¡Barakaldeses! Aún es tiempo con la República, si vosotros queréis, de quitar este nombre de “Desierto”. Si esto hacéis habréis mirado por la toponimia del País y resplandecerá el nombre con que vuestros antepasados le conocían, portándoos como buenos barakaldeses19No hemos encontrado ninguna referencia en la toponimia histórica que haga referencia a este lugar como San Nicolás de Ugarte con anterioridad a Guiard, quien lo llamaba con este nombre en el año 1905 (en “Historia de la Noble Villa de Bilbao”, Tomo V, pág. 36). La nota más antigua que hallamos es “Canal de San Nicolás de Somorrostro”, correspondiente al año 1538 (A.H.M.P. Decretos y actas, 3-3). Sin embargo, “Ugarte” es un topónimo que en la Edad Media debió alcanzar mucha importancia, y comprender un término tan amplio que no sería extraño su uso como complemento al nombre de ciertos lugares, pues algunos autores, como Balparda o Ciriquiain suponían que se trataría del Uhart citado en 1040 por el rey García de Navarra..

Rio Galindo (1942)

LAS “PAVÍAS” DE BARAKALDO

UN GANADERO DEL VALLE DE ZUYA
Bilbao
(Tierra vasca, 13-IV-1933)

A BENITO ONRAITA

A este buen mozo bancario, excelente “txistulari”, a quien siguen las multitudes barakaldesas, del sexo masculino y mucho más del femenino, pues con su “txistu” y tamboril va derramando alegría a borbotones, le dedico este artículo.

En la antigüedad, las mejores pavías de toda Bizkaya eran las de Gordejuela.

Poco a poco, consiguieron los de Barakaldo superarlas y hasta borrar el renombre que tenían aquellas.

Las mejores, hoy días, de Barakaldo, son las de Mendierreka (El Regato)20Es bien conocido que Mendierreka es el nombre que Antonio de Trueba suponía que en el pasado pudo llevar el lugar de El Regato – Errekatxo, supuestamente por la semejanza sonoridad, aunque no conocemos ninguna referencie documental que lo certifique.. Así se le conocía en antigüedad a este lugar, según el historiador Labayru. También he visto muy buenas en Zubimendi –mal llamado Zamundi- y a la entrada, a la izquierda del barranco del arroyo Loibi, antes de la incorporación de Alonsotegui.

Los barakaldeses estaban muy orgullosos de que sus pavías honrasen la mesa del ex rey Alfonso XIII cuando venía a nuestro puerto.

¡Cuántos nacionalistas del partido se mostraban orgullosos, cuando sabían que le llevaban a don Alfonso una cesta de pavías!

Pero esto no quiere decir – a mi juicio- que fuesen monárquicos, sino que querían demostrar que por su gran finura y delicado sabor, las frutas de nuestro suelo, a pesar del clima generalmente nuboso, podían competir y superar a las obtenidas en Aranjuez. Se dice por algunos, que las famosas pavías de Aranjuez proceden de las que se llevaron allí de Gordejuela.

Muchas veces les oí a algunos nacionalistas decir:

  • Hoy le llevan al rey una cesta de pavías blancas, de Gorostiza. La semana que viene le llevarán rojas.

Al difunto León Larrinaga, “El Cabrero”, que a mi casa vino varias veces con esta clase de frutas, para yo regalarlas, le oí decir que algunos nacionalistas le solían advertir:

  • A ver si tienes cuidado de coger hermosas, para que vea el rey nuestra fruta.

Otros le decían:

  • Ten cuidado que no les piquen los pájaros. No dejes de poner en la cesta hojas de parra, para que no se estropeen.

Cualquiera que lea esto, creerá que eran fervientes monárquicos en su interior, y no hay nada de esto.

Sentiría en extremo, que saliese al enterarse de esto algún nuevo Torquemada del partido y exclamase:

  • ¡Sacrilegio! ¡Sacrilegio! ¡A la hoguera! ¡A la hoguera!

Y vayan a inmolar a alguno, víctima de su inconsciencia.

Estas pavías, no solamente honraron mesas regias, sino también las de los mejores hoteles de Biarritz, donde llegaron a cobrar en los buenos tiempos, después de la guerra, cincuenta francos por pieza, disfrazándolas de procedencia francesa. ¡Buenos son los galos para no sacar partido a esto!

¿Se puede coger estas hermosas frutas en otras partes del País Vasco? ¡Ya lo creo!

Otra vez que tenga humor para escribir, trataré de demostrar esto, aunque les tengo miedo a estos “terribles” de Barakaldo, por el secreto que guardan.

El Regato (1928)